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Corporativo
3 de junio | 2015

Inspirador de la película «127 horas» estuvo en Chile para contar su experiencia como resiliente

Pasó cinco días con su brazo aplastado por una roca y decidió amputarlo con una navaja para poder sobrevivir.

Por Administrador General

Aron Ralston, montañista y conferencista motivacional, llegó este martes al país para participar del congreso Internacional “Resilencia, superación y felicidad” organizado por la Caja de Compensación Los Andes, en el que contó todo sobre su experiencia como sobreviviente a un accidente de montaña y que inspiró la película 127 horas protagonizada por James Franco.

Ralston, de 37 años, escribió después del accidente el libro “Entre la espada y la pared”, donde cuenta su vida a partir del momento en que decidió dejar su trabajo como ingeniero mecánico en Intel para cumplir un sueño personal: convertirse en instructor de montañismo. Dicha aventura, estuvo a punto de costarle la vida, pues mientras recorría el Parque Nacional Tierra de Cañones en Utah (Estados Unidos) cayó desde un sendero, quedando durante cinco días con su brazo aplastado por una roca, con frío, sin comida ni agua.

Enfrentado a la adversidad, tomó una decisión radical para sobrevivir: amputar su brazo con una navaja. Su historia fue tan impresionante que se adaptó para el cine, donde se muestra cómo Ralston vivió cada momento de esos cinco días en que permaneció atrapado.

“Cuando dejé mi brazo no sentí que haya perdido algo, sino que gané algo, renací…Casi todos me conocen como el tipo que perdió el brazo en una montaña, pero quizás lo que no todos saben es que soy el tipo que lo cuenta con una sonrisa en la cara”, expresó el montañista durante la conferencia.

Entre la espada y la pared

El libro relata que, cuando pensaba en morir, comenzó a grabar mensajes con su cámara de fotos para sus familiares, amigos y ex novia, pidiendo perdón. Después talló su propio epitafio sobre la roca que lo mantuvo en una odisea. Sin embargo, esa misma noche, tuvo una visión donde veía a un niño jugar con un camión. Imaginó que era su hijo, el que siempre soñó tener. Esa fue la señal que le dio ganas para seguir luchando y no rendirse. Entonces decidió, romper sus huesos presionándolos a la roca y con una navaja cortó sus músculos y piel para liberarse.

Con coraje, miedo y frustración, envolvió su brazo, trepó una pared de 65 metros de altura y caminó 12 kilómetros hasta que una familia holandesa lo auxilió y trasladó a un hospital. Cinco meses después del accidente, con la prótesis instalada en su antebrazo, se fue a escalar.

“No hay desafío más grande que escalar una montaña imposible, tener el corazón latiendo, sentirse verdaderamente vivo”, añadió en su intervención.

Fuente y foto: El Mercurio, La Nación

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